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Mujer sin miedos

Actualizado: 2 abr 2019




Es una realidad que muchas mujeres, o personas con anatomía femenina, se han enfrentado con el miedo a acudir a un/a ginecólogo/a -más aún cuando este es un hombre-. Probablemente este sea, a parte del o de la dentista, el espacio médico al que más “miedo” le tenemos. Este “miedo” es válido e importante cuando hablamos de nuestra salud sexual y reproductiva. Nos encontramos con que son muchos los casos en el que una persona se enfrenta a una primera visita ginecológica casi de forma obligatoria tras encontrarse con un embarazo no deseado o con síntomas relacionados a una infección de transmisión sexual. Sin duda, este es un escenario complicado. El temor no viene en el vacío. Si exploramos un poco, nos daremos cuenta de que va más allá de la incomodidad o el dolor físico que se pueda sentir.


Siendo criadas y reconocidas como mujeres, o personas en “cuerpos de mujer”, se nos ha inculcado -directa e indirectamente- que hay un respeto y un pudor que le debemos a ese cuerpo. Desde la niñez se nos enseña a cerrar las piernas, a cubrirnos y a invisibilizar el área genital. Cuando llega la menstruación, tapamos nuestras toallas sanitarias al ir al baño, no se habla de ella por vergüenza, y mucho más, si se mancha nuestra ropa con sangre. Estos eventos provocan que se sienta vergüenza con procesos que son completamente naturales. ¿Cuánto de esto nos lleva a luego sentir vergüenza e incomodidad al mostrarnos ante un médico, a sentirnos nerviosas porque alguien “desconocido” explora una parte tan íntima? Por otro lado, también abundan los relatos de experiencias no gratas, relacionadas con procesos clínicos o médicos que no nos hacen sentir cómodas. El trato del personal médico, mediante sus palabras, gestos y/o acciones también juega un papel importante. Esas llamadas “malas experiencias” pueden causar que evitemos volver a ese espacio médico, y comencemos a desatender nuestro bienestar.


Se hace necesario que hablemos, que nos acompañemos y que identifiquemos experiencias comunes que nos ayuden a empoderarnos y tomar control de sobre nuestra salud sexual y reproductiva. Que nadie nos diga que temer o sentirse “nerviosa” con el proceso es malo. No tengamos miedo a tener miedo. Validemos, reconozcamos y apalabremos cómo nos sentimos, sin que esto nos limite acceder a unos servicios importantes para nuestro bienestar. Visualizar el tipo de experiencia que queremos tener en nuestras visitas de atención ginecológica, conocer nuestros derechos, ser asertivas a la hora de atender dinámicas que nos incomodan y ser rigurosas en el proceso de selección del proveedor adecuado en base a nuestras necesidades, nos pudiese ayudar a sentirnos más cómodas.

Aquí te enumeramos algunas características importantes con las que debe cumplir un buen proveedor de servicios ginecológicos:


  1. Logra transmitirte confianza: te sientes cómoda en su cuidado, a pesar de lo que la revisión implica.

  2. Te trata con respeto absoluto: te explica claramente cómo y para qué te revisa o pregunta tal o cual cosa.

  3. Responde con gusto a todas tus preguntas: es claro y directo, no te deja con dudas.

  4. No te juzga por tus actos: aunque no lo creas hay médicos que se atreven a cuestionar por qué haces esto o aquello, e incluso a culparte.

  5. Es abierto en temas sexuales: los toca con naturalidad absoluta.

Recuerda que mantener una salud sexual y reproductiva es una decisión importante que tomas por y para ti. Mientras más ames tu cuerpo y mientras más te intereses en él, más evidente se te hará la necesidad de atenderlo y de garantizarle otro tipo de respeto.

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